Recuerdos históricos: Carlos Broncano: 30 años del All Star a Primera B con triunfo colomense

Este artículo fue publicado el 12 de marzo de 2021 / Fotografías cortesía de Fran Torres 

Hace hoy justo 30 años, un colomense, Jose Carlos Broncano, fue el protagonista del All Star de Primera B que se jugó en Guadalajara. Un formato, en su inicio de expansión, que llevaría al jugador colomense, de manera fortuita, tal como más adelante se resolverá, a estar entre los mejores y ser los mejores del partido de las estrellas e inesperado campeón de mates. 

Para no avanzar ningún dato, ya que el mismo Jose Carlos hará su narración de lo ocurrido en Guadalajara, en especial, en el campeonato de mates, participó en el partido de las estrellas de Primera B, jugando en el equipo del grupo Impar de la Primera B, compartiendo equipo con Leonard Taylor, John Kooe, Joan Peñarroya, actual entrenador del Baloncesto Burgos en la ACB y jugando al Baloncesto Tenerife, Derrik Hamilton, Jose Luis Sanchez-Burgues, del equipo anfitrión, un joven Ferran Lopez camino de la ACB, el legendario pívot soviético Vladimir Tachenko, el también legendario con el Baloncesto Estudiantes, David Russell y Jackie Dorsey del Baloncesto Tenerife, siendo entrenados por Ricardo Pérez de Rueda. Como curiosidad, el equipo del Grupo Par, era entrenado por Manuel "Pirulo" Fernandez, cuñado del entrenador del equipo en el All Star del jugador colomense. 

Carlos Broncano destacó en el partido de las estrellas, con 14 puntos anotados, demostrando una muy buena química con el gigante ruso Vladimir Tachenko, que dio 4 asistencias al jugador colomense. 

Pero nos vamos antes del partido, ya que Broncano representaría al baloncesto colomense, en el concurso de mates. Dejemos que él mismo lo explique, recuperando una crónica suya publicada en el blog "Memorias de la Historia del Basket SCG". 

"Recuerdo aquel concurso de mates con nostalgia. Yo ya había participado en otras donde la suerte me había acompañado, pero aquel fue muy especial para mí. A pesar de que el tiempo ido ha borrado los detalles, en mi memoria han quedado grabada las sensaciones, las situaciones y las emociones que viví aquella tarde inolvidable hace casi 25 años. La tarde en que creí levitar. Aquel año era mi tercera temporada en la categoría sénior. Era la temporada 1990-91 y estábamos reciente ascender de la que por entonces era la Segunda División Catalana. Comenzamos la liga con la misma dinámica que acabamos el anterior: ganando todo. Para mí era un gran reto, ya que soñaba con la ACB y restituir a el club en su categoría de origen. Pero pasadas unas jornadas empezamos a sufrir bajas por lesiones y el equipo se resintió. Una de ellas fue la del estadounidense Marvin Alexander. Siempre he dicho que Marvin era el mejor 4 con el que he jugado y que las lesiones, a veces muy graves, no le permitieron triunfar como hubiera merecido. Entre la gente de este deporte y en los clubes que militó aún hoy se le recuerda como un jugador extraordinario. 

Aquella temporada se celebró el All Star de la Primera División B del baloncesto nacional, lo que hoy se conoce como LEB Oro. Se hizo una selección de los mejores jugadores de cada equipo y de nuestro club fue elegido Marvin. Sin embargo, una inoportuna lesión de rodilla le dejó fuera de combate. Como una de las normas de aquel All Star era que cada club fuera representado por al menos un jugador, me tocó sustituir Marvin. No sé si yo era el candidato ideal, pero lo cierto es que aquel inicio de temporada estaba con una media de más de veinte puntos por partido, era el segundo máximo anotador de la liga y el primer máximo anotador nacional. 

Recuerdo que mi manager, Lorenzo Alocén, me llamó y me informó antes de que el club de la convocatoria. Fue él, quien me propuso para el concurso de mates, había una vacante. Y la verdad es que la propuesta me ilusionó. 

Aquella temporada el All Star se celebró en Guadalajara y participaron jugadores conocidos que habían triunfado en la ACB como Eduard Sabater, Sergi López, Cherokee Rhone, Joan Peñarroya, David Russell, o el gran Tachenko. Llegamos a la ciudad el viernes, un día antes del partido. El ambiente entre los convocados era extraordinario, festivo, muy cordial. Al día siguiente, entrenamos a primera hora, un poco de tiro para familiarizarnos con las pelotas y poco más. En el pabellón había mucha gente, los medios de comunicación de la ciudad le habían dado una gran cobertura al evento. 

Terminado el entrenamiento fuimos a comer, hicimos siesta y a las 18.00 horas nos fuimos hacia el pabellón. El concurso de mates se celebraba justo antes del partido. Recuerdo un pabellón abarrotado. Más de dos mil personas acudieron este día a vernos. Era emocionante. El público de Guadalajara se volcó con nosotros. Recuerdo que calentar y estiré a conciencia. El parqué estaba muy limpio, impecable, la suela de las zapatillas quedaban "pegadas" y emitían este conocido y típico chasquido. Las pelotas eran nuevas y el aro estaba sudoroso y blando, como a mí me gusta. La verdad es que me sentía bien, con muy buenas sensaciones. Mientras calentaba me di cuenta de un detalle importante: todos los participantes en el concurso menos, un jugador del CB Guadalajara, eran americanos. Eso y que un servidor era el más bajito de todos. Reflexioné y me planteó el concurso como un regalo, la guinda de aquel maravilloso fin de semana que me estaban regalando, en el que un joven de veinte y pocos estaba disfrutando de lo que más le gustaba hacer en su vida: jugar a baloncesto. 

En la primera ronda del concurso teníamos que hacer dos mates. Dentro pasarían cuatro jugadores en la segunda ronda con otros dos mates más. Y en la ronda final, dos participantes que ejecutaríamos las dos últimas mates. Yo ya tenía en mi mente las dos primeras mates. Haría los mejores de mi repertorio. No había otra posibilidad si quería mantener mis opciones ante una competencia tan extraordinaria. Todas las mates que hice fueron copias, y evidentemente salvando las distancias, de dos jugadores míticos para mí, Michael Jordan y el elegante Doctor J, Julius Erving. Mi actuación en ese concurso fue mi particular homenaje a aquellos dos monstruos de este deporte. 

Empecé el concurso con un mate desde medio campo, encarando la canasta por la derecha. Lancé el balón para que botara y quedara cerca de la canasta. Allí la cacé en el aire, pero hice la batida con tanta potencia y precisión, que me dio tiempo de bajar el balón entre mis fémures y meterla por debajo de espaldas al aro. El pabellón me aplaudió muchísimo y me puntuaron muy bien. Noté que el público estaba conmigo. Supongo que el hecho de ser el más bajo de los concursantes tuvo un efecto "simpatía" entre el respetable. 

Llegó el momento de la segunda mate. En este caso utilicé otra de Jordan, aquel con que ganó el concurso de mates de la NBA, entrando por la izquierda y matando con la derecha a 45 grados de la cesta y de tierra. Yo lo hice entrando por la derecha, matando con la izquierda y ejecutando la batida con dos pasos. La diferencia es que Jordan lo hace con la parada de un tiempo y los pies mirando la grada y le da una sensación de estar levitando, de sostenerse durante unos segundos en el aire. El público entendió mi intención y el jurado también: obtuve 10 puntos. Y como el que no quiere la cosa, ya había pasado a la segunda fase, con tres americanos más que me sacaban un palmo. Quedaron eliminados el jugador nacional del CB Guadalajara y un estadounidense.

En la segunda fase del concurso me mantuve fiel a mi estilo y seguí con la estrategia planteada desde el inicio: no repetir la misma mate a la competición. Como tercera mate del campeonato, y primero de la segunda ronda, opté por lanzar el balón al tablero desde medio campo, cazarla en el aire y meterla a dos manos. Lo hice y acabé de meterme al público en el bolsillo. El jurado me lo puntuó con buena nota, pero no era suficiente para pasar a la siguiente fase, ya que los americanos, especialmente el del Cajamadrid, Coleman hizo un mate increíble a aro pasado y saltando fuera de la botella. 

La genial actuación de Norris Coleman me estimuló. Ahora quería hacer un mate que Jordan le copió a Julius Erving y que fue el icono del popularísimo merchandising. Se trataba de salir desde la cesta contraria botando, coger mucho impulso, hacer los dos pasos y dar el último el más lejano de la anilla. Erving y Jordan, las superestrellas de la NBA, la ejecutaban pisando la raya de personal. Yo, hasta ese momento, había conseguido matar el balón desde la discontinua del círculo. Así pues, el reto era enorme. Recuerdo que cuando me dirigí a la cesta contraria para salir, hubo gente del público que se levantó de su asiento. 

Sin duda sabían cuál era mi intención. Miré la cesta y me dio la sensación de que estaba más cerca de lo normal de la raya de personal. Salí con una progresión hasta alcanzar el medio campo donde aceleré hasta la batida, hice los dos pasos y salté con toda la fuerza que me dieron mis piernas. En el transcurso mágico del salto veía que la cesta se acercaba y que "flotaba" en el aire más de lo habitual ... Me fue por los pelos, una maniobra arriesgada, pero llegué a meterla dentro. El público se levantó de sus asientos y me aplaudió enfervorizado. El jurado me otorgó un 10. Por cierto, que días después del campeonato uno de los jugadores convocados me dijo que mi talón había pisado la raya de personal.  

Y pasé a la final con el americano del Cajamadrid, que había realizado un concurso de sueño. Para mí aquello era mucho más de lo que había soñado. Estaba más que satisfecho. En la fase final había que hacer dos mates más. Opté por hacer una entrada perpendicular al tablero, girar 360 grados y meterla. Lo hice con una sola mano y me puntuaron con nuevos y manantiales. Minutos antes, mi oponente Coleman, del Cajamadrid, había hecho una increíble mate de espalda que obtuvo 10 puntos. Después de mi primera mate, le tocaba de nuevo a Norris. Para su segundo mate, el americano eligió saltar desde muy lejos, lanzar la pelota y meterla con mucha fuerza, pero falló. En el segundo intento hizo lo mismo, pero saltando desde más lejos e intentando matar el balón con más fuerza. Sin embargo, el balón rebotó violentamente con el canto de la anilla y salió despedido el aro contrario. Faltó poco para que el balón cayera al carrito opuesta. No me lo podía creer, el campeonato era mío, simplemente había que hacer una simple mate y llevarme el trofeo y el cheque. Recuerdo que miré a Eduard, el entrenador del CB Andorra, y se puso el dedo índice en su cabeza en un mensaje claro. El capté enseguida. Pensé en ese público, habían venido a ver espectáculo y opté por no cambiar lo que ya tenía en mente. 

De niño vi una final de play-off de la NBA entre los Sixers y Lakers, un mate de Julius Erving que hizo tras un robo de balón. Ante él estaba el gran Michael Cooper. Julius cogió el balón escondiéndola en su antebrazo, la subió de izquierda a derecha y la mató con la elegancia única de un mito del baloncesto. Siempre he pensado que aquella era la mejor mate que había visto en mi vida y que algún día lo tenía que hacer. Y ese día había llegado. 

Me situé en la misma posición donde el Doctor J había robado el balón y me fui a mi. Voy esconder el balón en mi antebrazo y el balón resbaló, picó en la esquina de la anilla y se fue a la mesa del jurado derribando todos los carteles de puntuación. Había fallado al igual que Hamilton y estaba cometiendo el mismo error. Me devolvieron la pelota y vi que era nueva, flamante y tenía poca adherencia. Me fui a el carro de pelotas y la cambié por otra más usada. En ningún momento me planteé cambiar la mate y asegurar el campeonato.

Quería hacerlo. Me coloqué en la misma situación de salida, boté dos veces, puse el balón en el antebrazo y, esta vez sí, noté que estaba bien sujeta. Entonces la levanté de izquierda a derecha y la metí con toda la rabia del mundo. El balón entró en la canasta con tanta fuerza que rebotó en el suelo y salió disparada en el techo del pabellón. El público aplaudió mucho la mate que yo había soñado desde que era un niño. Pocas veces en la vida he vivido una sensación tan gratificante en una cancha de baloncesto. Fue uno de esos instantes mágicos con que nos premia este deporte maravilloso. Salté, soñé, gané. Y fue el público el que me impulsó hacia arriba, lo que me sostuvo en el aire. 

Sí, aquella tarde creí levitar ... Creí? "


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