Tus hijos son vagos, caprichosos y cascarrabias, pero fuiste tú quien los crió

Artículo publicado el 3 de julio de 2022

Artículo publicado por Héctor García Barnés, en la sección ' Trinchera cultural' de la versión digital del diario El confidencial , en mayo de 2022.

Cada vez más se nota un rencor creciente a los jóvenes por parte de los sus padres, pero quizá esto está provocando que se glorifique la escasez que vivieron.

Éstas semanas , he habido de enfrentarme a diversas entrevistas por libro y hay una idea que, para mi sorpresa, no deja de reaparecer una y otra vez. Aunque repito una y otra vez que lo que intento explicar no es si antes se vivía mejor que ahora o al revés, sino por qué tenemos cada vez más la sensación que los que vendrán después lo harán peor (un 73% de españoles lo pensaban al año pasado), la idea que vuelve sin cesar es que los jóvenes se quejan mucho, que parte de un axioma que en realidad es una paradoja : antes se vivía peor, pero mejor .

El razonamiento es siguiente. Cuando sale el tema, las generaciones más grandes, que sienten un cierto frente (y ser mayor es una actitud vital que puede englobar casi cualquiera que naciera antes de los noventa) recuerdan que en el pasado había una dictadura, más pobreza, menos posibilidades educativas y culturales, escasez, inflación, guerras, paro, datos que siempre se acompañan con alguna historia personal ejemplarizante. Yo me casé sin un duro, voy tener mi primer hijo sin tener un piso en propiedad, etc. A continuación, se añade el reproche a las nuevas generaciones, que lo han tenido todo.

Hay un rencor creciente hacia estas generaciones que lo han tenido todo 

El resultado es una peculiar mezcla de resentimiento y nostalgia que se convierte en un círculo vicioso. Sí, vivíamos peor, pero éramos mejores y más felices. Un ejemplo relacionado con la educación, que es uno de estos campos abonados para esta clase de nostalgia autorreferencial: sí, los profesores eran malos; sí, nos enganchaban con la regla; sí, la educación era franquista, intolerante y no disponíamos de medios para ampliar el nuestro conocimiento, pero cuánto aprendíamos, no como ahora.

Últimamente, tengo la sensación de oír más hablar a los padres sobre los hijos que a la inversa. La guerra generacional siempre ha sido de doble sentido, pero ahora el péndulo ha oscilado hacia el reproche de padres a hijos, quizá después de años de victimismo de la generación de la crisis. El otro día, en un programa de radio, me leyeron varios mensajes enviados por los oyentes que coincidían en el fondo de la cuestión (antes se vivía peor, ahora lo tienen aunque se quejan). Cómo se atreven a ser así, con lo que les dimos?

Fotografia: abc.com

Hay varias actitudes llamativas en esta clase de manifestaciones. Para empezar, una autorreivindicación a través del sufrimiento, a veces hasta niveles inverosímiles. El ramo de enfrentamientos históricos es amplio, que van desde la pobreza más dura hasta que “ellos sólo teníamos un canal de televisión”. En el fondo late una idea problemática. Que estas condiciones sí que forjaban el carácter de las personas, que ésta experiencia es lo que les ha convertido en lo que son, y que los jóvenes, al no tener, se han convertido en malcriados. Una guerra habían de haber vivido .

"La única salida que deja este razonamiento es, por tanto, la de la nostalgia. Si en el pasado se tenían menos cosas y se vivía mejor, sin móviles ni todos estos aparatos que ya no entendemos, es necesario recuperar algo de aquel pasado para evitar hacer estropear los nuestros hijos. Pero la trampa es que, sin decirlo expresamente, lo que se anhela demasiado veces es el carácter redentor que tenía la escasez en aquél pasado en el que había menos derechos, menos posibilidades y menos avances"

El que em va cridar l'atenció és un rerefons de rancúnia que s'ha aguditzat els últims anys i que emergeix del raonament següent. Com que és relativament fàcil demostrar que les condicions materials dels joves són millors que les de la seva gent gran (i es procedeix a enumerar la sèrie de factors coneguts), només hi ha una possibilitat: que el que ha canviat ha estat el caràcter dels joves, la generació amb més coses de la història i la més desagraïda. El vell "jo" sacrificat contra el "ells" rondinaire, on tan sols apareix algun abstracte culpable, com la tecnologia, el sistema educatiu o el ' woke '.

Antes era necesario menos para formar una familia, pero esto no era mejor 

Otra es la reducción al absurdo. Alguien decía que se había criado sin nada, pero que les chavales, ahora, se sienten tristes si no tienen el último iPhone o un coche último modelo. No sé en cuáles ambientes socioeconómicos se mueve alguien que se encuentra con gente así, o mejor dicho, qué tipo de estereotipos tiene en la cabeza. 

Lo que estos discursos tienen en común es la retirada en el miedo, al salto al vacío. Otro razonamiento mucho común: en el pasado, uno se casaba o tenía hijos sin la vida resuelta, con una mano delante y otra detrás, mientras que hoy "hay que tener hasta el último plato de la cubertería comprado". 

Pero basta con echar un vistazo a dramas familiares y cifras de mortalidad infantil para pensar que quizá tampoco era tan buena idea aquella de casarse a los 18 y tener cinco hijos sin más que un sueldo. Pero el progreso de la sociedad se refleja precisamente en la capacidad de garantizar un mejor nivel de vida para todos, a diferencia del discurso natalista conservador. Cómo recuerdan los sociólogos y demógrafos, uno de los signos de que una sociedad se ha modernizado es tener menos hijos porque las necesidades y las expectativas personales son otros. La gran paradoja se encuentra en el reproche a lo que se aspiró, en un ciclo sin fin.

Una batalla sin ganador 

Como todas las lecturas generacionales totalizadoras y confrontacionales, son discursos tramposos. Para empezar, porque las generaciones son difícilmente distinguibles y por continuar, porque incluso los jóvenes utilizan estas ideas, que tienen muchas veces más de ideológico que de generacional, para atacar a los sedes coetáneos. Circulan por la sociedad como "memes" sin que nos paramos a preguntarnos sobre ellos, pero se repiten hasta que conforman la nuestra realidad. Nosotros éramos así, ellos son así.

Estas ideas muestran al fondo la decepción hacia uno mismo 

Quizás un examen más detallado de estas ideas no hagan más que mostrar la decepción con uno mismo. Porque a todos estos vagos y caprichosos los ha criado alguien; concretamente, estas generaciones que se lamentan de haber dado todo a unos desagradecidos. Éstas quejan canalizan varias sospechas. La de haber estado traicionados por los sedes hijos, lo que conduce a una sospecha aún más espinosa: la de haber fracasado.

La única salida que deja este razonamiento es, por tanto, la de la nostalgia. Si en el pasado se tenían menos cosas y se vivía mejor, sin móviles ni todos estos aparatos que ya no entendemos, es necesario recuperar algo de aquel pasado para evitar hacer estropear los nuestros hijos. Pero la trampa es que, sin decirlo expresamente, lo que se anhela demasiado veces es el carácter redentor que tenía la escasez en aquél pasado en el que había menos derechos, menos posibilidades y menos avances. 

Lo que provoca precisamente esta nostalgia fuga es que se haya tomado a los jóvenes la posibilidad de imaginar su futuro. La retórica que enaltece este pasado peor, que se llama superado, pero en el que las cosas "todavía podían hacerse" porque forjaba otra clase de carácter, es la que obvia la cuestión central: que lo que entendemos como cuestiones generacionales no son más que estructurales, en las que lo que cambian son los tiempo, no las personas, que siempre son iguales. Y si hay jóvenes vagos, caprichosos y cascarrabias, es porque el mundo los ha hecho así.


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