20 Feb
20Feb

Artículo publicado por el entrenador Jordi Juste en su web Nista en junio de 2013 

Siempre he dicho que un día elegí ser Entrenador. Quizás me ha estado engañando a mí mismo todo este tiempo y que sea Entrenador por descarte, comodidad o simplemente, ingenuidad. 

A veces sueño justo lo contrario, que he sido elegido por eso. 

Pero esa cuestión no es importante. Si uno permanece en este estadio de reflexión demasiado tiempo, divisa en el horizonte una capa de vanidad que va espesando el camino por donde avanzar. 

Un Entrenador sabe escoger estos momentos vividos, en cada una de las temporadas deportivas, que definen y sintetizan con precisión su trayectoria hasta ahora. 

Y en cada uno de esos momentos un nuevo aprendizaje, un signo de transformación, un cambio imperceptible en tu piel. 

Con el tiempo, sólo con el tiempo, se descubre que todos estos momentos reposan en el regazo de la Identidad. Difícil de caracterizar y definir. Sólo uno la verbaliza a lo largo de su vida. 

Ser Entrenador es una sucesión de pasos, grandes, medios, pequeños, pasos de retroceso, de estancamiento, de parada obligada, impuesta y la menor de las veces voluntaria. Pasos en definitiva, que sólo la voluntad individual puede adjetivarse. En caso de que pueda. 

Con cada paso llena todos los huecos de una mochila que, de forma errónea, pensamos que cambia su tamaño. Cuando esto ocurre conviene revisar con carácter de urgencia, si no es alguna parte de nuestro interior la que ha modificado sus proporciones. 

Evoluciones con un recuerdo de jugador, recaudas en la memoria alguna enseñanza de no todos los entrenadores que pasaron a tu formación. 

Le das vida a lo que antes era sólo un reproductor de películas y empiezas a desempolvar la función de grabación, abandonado a su suerte, años antes no te registras tu primer partido, no lejos de tu bandera, pero sí con segundas intenciones. 

Descubres libros y revistas especializadas, más vídeos ya editados, ves partidos, más partidos y vuelves a empezar otra vez con éstos. De repente, uno sin sentido. 

Fotografia: vivabasquet.com

Dibujas. Primero copias, luego creas. Quizás después ni copias ni crees y descubras otro tipo de arte, el de la crítica. 

Sólo son pasos que dan lugar a todos aquellos momentos que, más tarde que pronto, nos atrevemos a reducir, por bien o por mal, a un solo concepto: Identidad. 

Es una profesión, la de Entrenador, hecha para ser juzgada, por todo el mundo y sí, por ti mismo también. Eres el primero en hacerlo; también lo primero que aprende que minimizar sus efectos nocivos será uno de los grandes objetivos que debes marcarte. 

Suena de fondo la canción que habla de las responsabilidades, la enseñanza, el liderazgo, las tácticas y el éxito o el fracaso. 

No lo escucho, simplemente la oigo mientras escribo estas líneas. 

¿Sabes que eres un buen Entrenador? Si lo sabes. 

Pero ser buen Entrenador es un concepto etéreo. 

Uno es buen Entrenador hasta que pone al descubierto los límites de los jugadores a los que dirige. Por supuesto me refiero a una exposición pública en el seno del propio equipo. 

Lo que ocurra a partir de ese momento nadie puede objetivarlo. De tu tarea surgen ramificaciones que escapan a tu control y que dependerán de la actitud y predisposición que tomen los jugadores para afrontar el proceso de cambio, mejora y superación de esos límites que tú les planteas. 

Este pequeño o gran cruce que supone abordar los límites de los jugadores, debe partir de la premisa básica y por mi fundamental, que el entrenamiento es para los jugadores y se planifica y elabora a partir de ellos y con ellos. 

No debe ser el Entrenador el punto de partida, donde todo gire en torno a su figura, para que confundamos conceptos como responsabilidad y liderazgo. El Entrenador no es el epicentro de la exposición del plan elaborado con contenidos técnicos, conceptos tácticos, objetivos individuales, colectivos, de realización o de resultado. 

La exposición gratuita que parte del Entrenador conduce a un desperdicio del tiempo y la energía necesarias para hacer frente a una larga temporada, tanto del técnico como de los jugadores. 

Es un proceso emocionalmente vanidoso en el que incurre el Entrenador y contraproducente para el retorno que le llegue de parte de los jugadores, en forma de no reconocimiento, carencia de confianza y un engendro no deseado de actitudes interesadas por parte de éstos. 

¿Lo sabes todo de tu deporte? 

Nunca se sabe todo, ¿verdad? Pero poco a poco dentro de usted va naciendo un sentimiento, que recorre el camino hacia “Expert” en la materia. Y en ese camino focalizas tus energías y diriges tu voluntad. 

Si algo he aprendido de todos estos años, es que el último aprendizaje siempre debe llegar. 

Recientemente he aprendido que entrenar no sólo es acumular conocimientos, ordenarlos, seleccionarlos, exponerlos, transmitirlos, que el jugador los interiorice, añadirles ingredientes como trabajo, talento, suerte y jugar. 

Es todo esto. Pero entrenar es anticipar y actuar sobre todas aquellas instantáneas que sacas de los jugadores dentro del proceso de entrenamiento, la planificación y la periodización táctica prevista para la temporada y que surgen fuera de este foco de atención y de interés primarios y en momentos no previstos. 

Es donde reside una de las claves más importantes de ser Entrenador. 

No sólo ser capaz de poner sobre la mesa todas las fotos tomadas durante la temporada y realizar un análisis a posteriori, que ayude a pasar balance o explique determinados rendimientos o resultados. Sino sacar la foto, hacerle el revelado rápido y actuar con inmediatez sobre ella. Eso mismo, una foto detrás de otra, y otra. 

Pero esto requiere tiempo y acumular experiencias significativas. 

Todo lo que se aprende está por cuestionarlo. Ninguna teoría o experiencia sirve por igual a ningún individuo. Empezando por este texto que lees. 

Hay que desafiarlas y cotejarlas para encontrar el éxito y el fracaso cara a cara. Y empezar de nuevo. Cambiar de nuevo la piel. Forjar la identidad. 

Aquella canción que se oía de fondo… ya terminó. 

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